Sumida en la tristeza
a la que
tú
me condenaste
batallando
por abrir una ventana
hacia la luz
buscando salida
de esta prisión
encadenada a está
soledad
al fin veo tu rostro
ese
en el que
para sorpresa me reconozco
he sido yo
quien una y otra vez
se ha juzgado - encerrado
incapaz de admitir
que el alma
es como el agua
que no se puede retener entre los dedos
sigue su curso y lo reclama.
P@scu@